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Cerrando Ciclos: El Cambio

¡Se acabo el año! Es la típica expresión que empezamos a escuchar desde noviembre y no se diga en el ultimo mes del año. Elcalendario siempre ha sido una manera importante de medir nuestros ciclos de vida; no solo es responsable de nuestro cumpleaños y aniversarios sino además de múltiples días festivos, estaciones, inicio y fines de cursos, vacaciones veraniegas, etc. En fin marca claramente días, etapas y ciclos. Marca el cambio que es constante inevitable de nuestra vida.

Y sea que hayamos cambiado mucho, poco o nada, el año se acaba y siempre nos marca un cambio de capítulo, “se acabo” tanto lo bueno como lo malo, miramos a Enero con el anhelo de que lo bueno se repita y con la esperanza de que lo malo no. Con las emociones encontradas de gusto, temor, buen ánimo y miedos que cualquier comienzo genera.

Alguna vez tuve la suerte de asistir a un premio de carreras de autos Formula I, era la primera vez que iba y note como la mayoría de la gente a mi alrededor sacaba de su bolsillo o compraba del oportuno vendedor que circulaba entre las gradas unos taponcitos de hule para los oídos y los colocaban cuidadosamente en sus oídos. Me apresure a comprar unos también y comente a algunos vecinos de asiento, “¡es necesario!” y me contestaron “¡no es necesario!, es ¡obligatorio!”. Cuando comenzaron a circular esos bólidos por la pista entendí su comentario, esa protección tenia que ser algo inevitable si querías mantener tus oídos funcionando después de escuchar esos motores.

EL cambio no es necesario, es obligatorio; no es opcional, no sucede a veces si y a veces no, es de hecho lo único que podemos garantizar como constante en nuestra vida. Los grandes ciclos como el cambio de año lo enfatizan, pero sucede todo el tiempo le pongamos o no medidas, tiempos o cambios de semana, mes o año. Entonces ¿por qué nos cuesta tanto trabajo aceptarlo?

Como seres humanos desarrollamos un fuerte apego a las cosas que nos gustan o satisfacen y de una manera totalmente ilusoria imaginamos su permanencia. Pretendemos que todo mundo envejece pero nosotros no, que somos los mismos, que nuestros gustos, posturas filosóficas o religiosas, y muchas otras cosas permanecen sin cambio. Es una herencia educativa que nos transmitieron y transmitimos de generación en generación, el pensar que hay que adoptar posturas, fijar ideas y tener una opinión definida y muchas veces inamovible hacia diferentes aspectos de la vida.

Sin embargo lo anterior no es mas que una fuente de sufrimiento, algo que solo nos hace más resistentes al cambio y menos dispuestos a disfrutarlo, la regla es disfrutamos lo estable y sufrimos el cambio. Tristemente lo único estable es el cambio y eso nos causa muchos problemas.

Propongo una idea totalmente diferente, ¿Qué tal enamorarnos del cambio?, disfrutar cada momento en el que la maravilla del funcionamiento de nuestro cuerpo nos permite vivir y madurar, y de la misma manera en que disfrutamos el crecimiento de un hijo o nieto y el verlo pasar por sus diferentes etapas, disfrutar todo cambio de nuestra vida incluyendo nuestra maduración y envejecimiento.

Después de todo a pesar de vitaminas, complementos, cremas y cirugías, no tenemos ningún control sobre el cambio físico y solo podemos tratar de ocultar lo inevitable, entonces para que preocuparnos por ello.
Mucho mejor sentirnos bien porque algo nos empezó a gustar o nos dejo de gustar, emocionarnos con la idea de cambiar de idea, con la tremenda libertad y descanso que nos da el no tener que cuidar o defender una posición y simplemente aceptar que ya pensamos diferente o que no hay que esforzarse por defender una rigidez innecesaria.
Una gran cantidad de esfuerzo y energía diarios son gastados en defender lo que somos, lo que pensamos, lo que hacemos, cuando la realidad es que todo ello cambia constantemente. Acaso ¿ves las cosas de la misma manera que las veías cuando eras un adolescente?, ¿tienes las mismas opiniones de tus padres?, ¿sigues viendo a tu pareja de la misma manera?, ¿tu cariño hacia amigos se ha mantenido igual?, ¿tus aficiones son las mismas?; claro que no, nada de esto es permanente, bueno nada absolutamente nada es permanente.

Eso ¿es algo malo?, ¿es algo bueno?, digamos que simplemente producto del cambio no es mas que diferente y el que sea malo o bueno no es mas que el resultado de nuestra actitud hacia ese cambio inevitable.

Así que en estas épocas de cierre de ciclos, de notorios momentos de cambio en los que el fin del año y las fiestas nos ayudan a hacer recuentos y planear comienzos; cambiemos la nostalgia de la permanencia o estabilidad de las cosas por la alegría del cambio constante, de la transformación, de la maravilla del movimiento perpetuo de células, ideas, sentimientos, relaciones.

Concentremos mejor nuestros esfuerzos en la transformación, en que el inevitable cambio vaya en la dirección correcta y le de un rumbo positivo a nuestras vidas. Que el cambio no sea solo como una enfermedad que nos ataca, del que queremos salir rápidamente, curarnos y decir “ya paso”; sino que sea una verdadera transformación, que podamos ver en todos los inevitables sucesos de nuestra vida lo positivo. Preguntarnos ¿qué aprovecho de este cambio, de este suceso?, ¿Qué aprendo?, ¿Qué nueva habilidad, conocimiento o relación tengo?, ¿Qué aprendizaje le saco a la vida con esta dificultad?, ¿cómo me transforma en un ser mejor?

Los dejo con mis mejores deseos de que eliminen de su vocabulario la “resistencia al cambio”, a que las cosas ya no son como eran o no son como queremos, que puedan estar felices, y entender la impermanencia de todas las cosas, entender que lo único permanente es el cambio y que las cosas siempre son como deben de ser.

 

Coach Ejecutivo, conferencista, escritor, empoderando individuos y organizaciones a transformarse obteniendo los resultados que quieren más rápido y mejor.

Guillermo Mendoza gmendoza@conegte.com

Houston (832)334-3583 México (55)8421-4647

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